Estudio destaca al juego de mesa «Ierusalem: Anno Domini» como herramienta clave para el aprendizaje de la historia antigua

Los juegos de mesa modernos han trascendido su rol como mero entretenimiento para posicionarse como potentes herramientas didácticas. Un reciente estudio publicado en la revista científica Latente explora cómo un juego de mesa para aprender historia puede facilitar una comprensión profunda y vivencial, destacando un caso particular: Ierusalem: Anno Domini, publicado por Devir en 2023.

La investigación, realizada por Marina Camino Carrasco de la Universidad de Cádiz, se sumerge en el potencial de los juegos de mesa para la enseñanza de las ciencias sociales. A diferencia de medios pasivos como el cine, los juegos requieren una implicación activa del jugador, quien toma decisiones que construyen una narrativa única en cada partida. Esta interacción transforma el aprendizaje en una experiencia significativa, inmersiva y, sobre todo, motivadora.

¿De qué se trata Ierusalem: Anno Domini?

En Ierusalem: Anno Domini, de Carmen G. Jiménez, los jugadores se transportan a la Jerusalén de la primavera del año 33 d.C. En un ambiente de fervor y tensión, Jesús de Nazaret llega a la ciudad para celebrar la Pascua, rodeado de sus apóstoles y seguidores. Cada jugador representa a una de estas comunidades de fieles que, desde pueblos y aldeas cercanas, intentan asegurarse un lugar en la Última Cena. El objetivo principal es posicionar a sus seguidores lo más cerca posible de Jesús y sus apóstoles, ya que esta proximidad será clave para la victoria.

El tablero de juego muestra localizaciones clave como el mercado, el desierto, el lago o el Templo. Los jugadores envían a sus seguidores a estos lugares para obtener recursos (piedras, pan, pescado), denarios y, lo más importante, cartas. La gestión de estas cartas es el elemento central del juego, ya que a través de sus combinaciones los jugadores realizan las acciones más importantes: traer apóstoles a la mesa, escuchar parábolas que otorgan puntos y, sobre todo, asegurar la mejor ubicación para sus fieles. Todo esto ocurre mientras la paciencia del Sanedrín se agota, un mecanismo que funciona como un reloj que avanza hacia el inevitable desenlace de la partida.

Un juego de mesa para aprender historia

Tradicionalmente, la enseñanza de la historia ha sido criticada por su enfoque en la memorización de fechas y nombres, limitando el desarrollo de un pensamiento crítico sobre los procesos sociales, políticos y culturales. El estudio argumenta que los juegos de mesa rompen con este paradigma al crear un «círculo mágico» donde los jugadores se sumergen por completo en la actividad.

Este estado de inmersión, conocido como la teoría del flow, es clave para el aprendizaje. Como señala la autora, los juegos de mesa, con su sistema de reglas y objetivos, «exige un nivel de atención y compromiso tal que nos lleva a evadirnos de todo aquello que queda fuera del círculo mágico». Al estar emocionalmente implicados, los jugadores asimilan conceptos complejos de una manera más natural y duradera.

Lo que hace a Ierusalem un caso tan relevante es su rigurosa integración entre mecánicas y contexto histórico. No se trata de un tema «pegado» superficialmente, sino de un diseño donde cada acción tiene un significado narrativo y didáctico.

La autenticidad del juego se fundamenta en el profundo conocimiento de su diseñadora sobre el Jesús histórico y los estudios bíblicos. Este rigor se traduce en mecánicas de juego cargadas de sentido temático; por ejemplo, el marcador del Sanedrín no actúa simplemente como un temporizador para el final de la partida, sino que representa fielmente la creciente tensión y hostilidad histórica hacia Jesús. Además, la inmersión se ve reforzada por la inclusión de citas de pasajes bíblicos y explicaciones de conceptos como las parábolas directamente en el reglamento, enriqueciendo la experiencia y aportando profundas capas de conocimiento.

La investigación subraya que esta cuidada articulación de elementos convierte al juego en un vehículo excepcional para el aprendizaje experiencial. En palabras de la autora, «la manera en que el diseño del juego articula narratividad, mecánicas y referencias históricas permite una inmersión significativa en el contexto histórico, proporcionando una experiencia que trasciende el mero entretenimiento».

Una mirada crítica: el predominio de Roma y el sesgo eurocéntrico

A pesar de las virtudes de juegos como Ierusalem, el estudio también arroja una advertencia importante. Tras analizar un corpus de los juegos de historia antigua mejor valorados y accesibles en español, se detectó un claro predominio del mundo romano. Esta sobrerrepresentación, según la investigación, «contribuye a la construcción de una visión parcial del pasado, centrada en Occidente y en la narrativa romana, reduciendo la diversidad cultural desde una perspectiva eurocéntrica».

El trabajo de Camino Carrasco no solo valida a los juegos de mesa como un recurso educativo legítimo y eficaz, sino que también nos invita a ser críticos con las narrativas que proponen. Juegos como Ierusalem: Anno Domini demuestran que es posible aprender historia de una forma rigurosa, atractiva y memorable, moviendo el conocimiento desde el libro de texto hasta el centro de la mesa.

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