Desde que vi las primeras imágenes de Sky Team, lo quise. La propuesta temáticas era novedosa y la invitación a colaborar entre dos jugadores para aterrizar un avión con comunicación limitada fue lo que terminó por encantarme.
Debo reconocer que al principio me costó comprender bien el flujo de juego. El tablero está plagado de iconos, colores e instrucciones que simulan el panel de control de un avión -simplificado, obvio-, pero después de los primeros turnos todo se hace más fácil.
¿Y cómo me fue en la primera partida? Perdimos, obvio. Porque yo siempre pierdo. Y si es cooperativo, quien juegue conmigo debe saber que también perderá. Pero la pasamos bien.
Pero para entender por qué perder puede ser tan divertido, hay que mirar de cerca la cabina de mando. Así que, abrochémonos los cinturones y veamos cómo se pilota esta máquina.
Jugar es fácil, perder también
En Sky Team -si todavía no ha quedado del todo claro- asumiremos el papel de piloto y copiloto de un avión que se dirige desde quién sabe dónde hasta Montreal (lógico, si la editorial madre es canadiense).
El objetivo: no morir en el intento. En el contexto del juego, eso significa que aterricemos el avión en la última ronda, despleguemos los flaps, el tren de aterrizaje y nivelemos el horizonte artificial de la aeronave para ingresar a la pista de aterrizaje.
Claro que no es tan sencillo, ya que durante toda la partida daremos instrucciones a la aeronave a través de dados para modificar su inclinación, calcular la velocidad de aproximación y desplegar flaps y tren de aterrizaje, como mencioné antes.
En cada ronda, tiraremos nuestros dados en secreto y, por turnos, los iremos colocando en los distintos espacios del panel para activar acciones. El problema es que cada espacio exige un valor o color de dado concreto, y nunca sabrás si tu compañero tiene el dado exacto que necesitas para salvar la partida.
El fracaso es una opción muy real y puede llegar de muchas formas: si nuestra inclinación es excesiva, si la velocidad se dispara fuera de los límites, si nos quedamos sin espacio en la pista o, por supuesto, si ignoramos a la torre de control y chocamos con otro avión.
Y eso que sólo te estoy hablando del escenario inicial.
La rejugabilidad de Sky Team: un punto a favor
Después de aterrizar en Montreal, el avión de Sky Team tiene nuevos destinos a los que llegar. Pero el viaje no será tan sencillo como el primero y, dependiendo de la ruta, sumaremos nuevos módulos que nos obligarán a prestar atención al combustible, al viento que nos modificará la velocidad, condiciones específicas de avance, nuevos aviones que aparecerán en la ruta de aproximación, entre otros.
En total, el juego ofrece 11 aeropuertos y 21 escenarios en los que tendremos que aterrizar. Cada uno con distintos niveles de dificultad y explicados en un Libro de Vuelo que detalla el funcionamiento de los nuevos módulos y además entrega una descripción de cada escenario.
Como las partidas son breves, porque se pierde rápido, porque el flujo de juego es rápido, después de superar el nivel inicial querrás probar un desafío mayor. Eso sí, mi recomendación es ganar horas de vuelo y subir de dificultad poco a poco, para evitar que una tormenta inesperada les arruine la carrera como pilotos.
El juego además ofrece un paquete de expansión que suma 20 nuevos escenarios y nuevos módulos que entregan variedad a la fórmula.
¿Vale la pena el vuelo?
Lo que más me gusta de los juegos de mesa es que nos ofrecen la posibilidad de asumir roles que de otra forma nunca podríamos. Y la fantasía de ser piloto, aunque sea con la simpleza de un tablero y unos dados, es una de las más atractivas.
Por eso Sky Team funciona, y funciona bien. Porque te lleva a un lugar poco explorado por los juegos de mesa y, junto con ello, te invita a colaborar. Y por si eso no fuera suficiente, te limita la comunicación.
La experiencia de Sky Team es satisfactoria en todos sus aspectos, si lo juegas correctamente. Y no es que el manual sea complejo o poco claro, me refiero a que se cumpla el voto de silencio en la fase que corresponde.
Porque si se juega así, entonces la satisfacción de leer correctamente la jugada de tu acompañante y colocar el dado apropiado en el momento oportuno, es brutal. Magistral. Y esa sensación, por sí sola, hace que cada aterrizaje —exitoso o no— valga la pena.