Vas a querer volver al Castillo Blanco

Vas a querer volver al Castillo Blanco

The White Castle es de esos juegos que se te clavan en la retina (y en la cabeza) no sólo por su hermosa implementación artística o sus atractivos puentes volumétricos y dados que rompen la bidimensionalidad del tablero, sino también por su intrincada fórmula que te obliga a optimizar los nueve turnos que tienes para cerrar el juego con la mayor cantidad de puntos posible.

A estas alturas, con dos años en el mercado, es difícil agregar algo nuevo que antes no se haya dicho sobre The White Castle: que la simpleza y profundidad de sus acciones asombran, que ningún turno está demás, que optimizar los combos es la mejor estrategia para arañar un punto más o que no hay que descuidar ningún track porque todo es parte de una maquinaria que funciona muy bien en cuanto le tomas el ritmo.

La Gran Ola de Kanagawa de Katsushika Hokusai una de las pinturas más famosas que existen. Me vale recordar esta obra no sólo por su conexión con la temática del juego, sino también porque ese impulsoimparable del mar arrasando con todo es la misma urgencia que transmite The White Castle.

Es cierto que a veces los turnos no fluyen con el mismo ímpetu de la Gran Ola, pero eso no quita que cada partida se siente como una coreografía calculada, donde cada movimiento puede cambiar el destino del juego. Como la Gran Ola, The White Castle te empuja a seguir adelante sin pausa.

The White Castle Matcha: La hora del té

La ceremonia del té es una de las tradiciones más reconocidas de Japón. Su preparación es un ritual que data del siglo IX y se basta en los principios de la tranquilidad, el respeto y la atención plena.

Que la expansión de The White Castle incluya nuevos dados verdes que evoquen el tradicional té matcha no es casualidad. Su incorporación permite extender a 12 las jugadas por cada jugador, además de agregar nuevas acciones e incorporar a las geishas como personajes que transitan por el paisaje bidimensional del tablero.

Su utilización es opcional y permite extender la duración de la experiencia del juego base, como si fuera una segunda taza de té después de la cena. Si The White Castle es un juego que no deja margen para el descuido, Matcha es esa pausa que extiende el desafío, dándote más oportunidades para buscar la perfección.

Con o sin expansión, la Gran Ola avanza sin piedad, y The White Castle te exige lo mismo: adaptarte, fluir o ser vencido. La pregunta no es si quieres volver al Castillo Blanco… es cuánto tardarás en hacerlo.

Columnas es un espacio abierto en el que cada autor es responsable del contenido publicado. Las ideas expresadas no representan necesariamente la línea editorial de Hoy Jugué.

Comparte esta columna
Más opinión